Cargo grietas en todo el cuerpo
por donde se cuela lava ardiendo.
Soy un volcán,
resguardado en otro:
ardiendo, siempre ardiendo.
Dejé fluir el magma
entre mis arterias,
necesitaba, desde adentro,
fundirlo todo.
Al cerrar los ojos
vi caer peñascos negros
formados de miedo, de silencio.
El calor abrasó todas las lágrimas
y, al ceder al humo, pude ver el engaño,
que me permitió olvidar, por un tiempo,
que esta lava es mía y no de ellos.
Porque existo mejor ardiendo, siempre ardiendo.
Porque soy yo quien puede quemarlo todo
y empezar de nuevo.
Porque para mí, consumirse no es el final,
sino el inicio máximo de vivir:
ardiendo, siempre ardiendo.
Cargo grietas en todo el cuerpo
porque a veces es mejor no contenerlo.
Soy un mar rojo que, al derramarse,
libera en mí el universo.
Ardiendo, siempre ardiendo…
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