Hay un enredo existiendo
entre las costillas y el sueño.
Los hilos ya no están sueltos,
ahora son nudos que se van recorriendo,
uno encima del otro.
El corazón al centro.
Descubrir en la oscuridad del yo
que la luz no atraviesa al cuerpo,
sino que surge, para sanarlo, desde adentro.
Infinita la sombra, infinito el silencio.
Recordar de pronto Venecia y transportarse al sueño,
no a cualquier sueño, sino al Sueño.
Caminar descalzo entre las piedras negras
hasta encontrar un muelle al centro.
En la playa, un mar lila rompiendo,
siempre rompiendo.
Llorar y seguir tejiendo,
sin deshacer los nudos,
aceptar la madeja,
dejarla adentro;
en la esquina derecha
para equilibrar el peso.
Estar y seguir viviendo.
Soñar y seguir escribiendo.
Andar sobre el muelle de madera
y encontrarse en la orilla
con el propio reflejo,
en un mar lila que está rompiendo,
siempre rompiendo.