No queda ni un espacio verde,
ni ralamente fértil.
Hay en su lugar una tierra seca,
que sin ser piedra, refresca.
Carente de esperanza,
va la despromesa eterna,
que se oculta en la oscuridad,
justo aquí: debajo de la leña.
Moja, todo lo moja y a veces lo quema.
Arde, destruye y así de pronto se impregna.
Es una espina que cuelga,
que teje carne y regresa.
Sin filo, en este rincón de la mesa,
yace una tristeza,
perdida en el sonido de una gota
que nunca cesa…