Tomo agua de la piedra

Me aterra el río,

me pasma el río.


Lamo lo que cabe en ella.


La sed no se sacia,

no descansa.

La piel, una grieta.


Aprendí a beber de la piedra que está cerca.

A degustar su sal, a agradecerla.


Acumulo sedimentos en las huellas,

que me rasguñan dormido las piernas.


Puedo sentir como me cortan las venas.

En cada ola roja,

un grano de arena.


Aprendí a beber agua de las piedras,

para llenar la grieta,

para ahogarme en ella.

Piedras

Fuimos piedras,

muchas veces,

fuimos piedras.


Nos creamos de la lava

que emanamos seca.

Con cada erupción,

un torrente, una espera.


Nos abrazamos ardiendo,

hasta crear una cueva.


Le prendimos al tiempo una vela

pero se nos olvidó rezar,

nuestras rodillas descansaban nuevas.


Con el tiempo,

en los poros se crearon presas.

Nos bañamos en ellas,

sin sentir crecer las algas

que nos ahogaron en quimeras.

Fuimos tanto,

uno del otro,

que nos perdimos

en un laberinto de venas.


Fuimos piedras,

dejadas en un mar,

que no recuerda,

pero conserva.

Lugar

Tendido en la raíz,

cerré los ojos queriendo encontrarme.


Pregunté hacia adentro,

como lo chamanes invocan al centro.

Se formó un eco

que me hipnotizó en un sueño

y me habitó despierto.


Vi un claro,

iluminado en el medio.


Con un rocío fresco

suspendido, impalpable, eterno.


Yo que me buscaba persona,

me descubrí lugar.


De todo lo posible: un lugar.


Un universo silente,

un lunar abierto

de infinito tiempo.


Soy un lugar,

adentro de un cuerpo,

en medio de un presente

que nace muerto.


Fotografía de @bernabadillo.

Siempre, ¡gracias!

Polvo

Amanece y hay polvo

donde dormías, amor.


Basta mirar por la ventana

para sentir como la herida reencarna.


Tiento la hebra y ya no está caliente,

aunque el humo emana.


Huelo a tu ausencia

como las piedras

conservan el rastro del cultivo primitivo

al que regresas, ahora que te marchas.


Amor, qué pasará mañana.


¿Tendrá misericordia el polvo

y se tragará tus huellas,

tus últimos pasos, mis lágrimas?


¿Esas son tus pisadas o eran las mías?


¿Extrañarás tus mañanas?

Aquí ya sobran, no hay tramas.


Amor, la noche me abarca.


La encuentro en el café

abandonado que se enfría

en una esquina de la infinita mesa

en la que disecciono mi alma.


Amor, hay polvo,

donde antes soñabas.

Existimos

Caminamos el vacío,

la zona gris de la razón.


Andamos porque podemos.

Respiramos porque nacimos sabiendo hacerlo.


Somos la sombra con carne

que algún día, posiblemente,

jamás existió.


Andamos cargando un alma

que sin saber o querer nos eligió.


Somos la duda eterna

de si alguna vez existió Dios.


Andamos la tierra seca

con los pies descalzos

y las espinas muertas que

la vida nos encarnó.


Somos hoyos negros

que lo transforman todo

empeñados en marcar nuestro paso,

porque no aceptamos la vida efímera

que nos tocó.


Existimos sin saber qué o quién nos creó .

Creemos, creemos, creemos,

huérfanos de apego y fondo.


A veces, estamos,

las menos veces, existimos.

Rezo

Tomo un rosario

con la mano en el corazón.


Abrazo cada cuenta

esperando que sientas mi amor.


Pronuncio Padres y Aves

para acallar el dolor.


Suspiro cuando el resto responde cada oración.


Rezo como me enseñaste

cuando me abarca el dolor,

cuando no me encuentro por

la incertidumbre y la desesperación.


Soy una voz huérfana,

que nace de lo que me dejaste en el corazón.


Rezo, porque no quiero olvidarte.

Rezo, porque no quiero dejarte.


¿Dónde estás amor?


Rezo y, en el silencio,

como ocurrió últimamente,

nos abrazamos las dos.

Lo que hay…

Cargar el propio peso,

de tanto en tanto,

calibrar lo que se va sumando

y seguir andando.


¿Podré con esto o con aquello?

¿Tengo que decidir ahora o puedo luego?

Seguir andando,

como si quedara tiempo.


Arrastrar los pies e

ignorar lo que ocurre adentro.

Sentir el piso devorando el cuerpo.

Arrastrar los pies hasta gastar los huesos.


¿Podré con esto o con aquello?


Lanzar la cuerda hasta el otro extremo,

tirar con las manos sin renunciar al peso,

sin saber que lo que se abandonará será el propio cuerpo,

y con él, el presente tiempo.


Entonces, se libera el alma que se niega a tejerse otro cuerpo.

Antes, sentirlo todo, porque el escudo quedó ya lejos,

ser fuego, agua, tierra y viento.


Estar, recordar que sólo basta con estar.

Ser, recordar que sólo basta con ser.


Abandonarse en el propio mar y seguir viviendo.

Descubrir en los muros un futuro nuevo.


Renunciar al eterno comienzo,

porque nada acabó,

es sólo otro espacio y otro tiempo.


Ser, sabiendo que no habrá tiempo,

estar, sabiendo que no habrá espacio.

Decidir ahora, porque luego, ya no hay luego.


Lo que hay, es esto y no aquello.

Siempre adentro

Cargo en los párpados

lágrimas, cristales y huecos.


Cavernas en las que colecciono fracasos

y recuerdos negros.


Si miro al piso, caigo en el vacío directo.

Si miro al cielo, me pierdo en el universo.


Ando ciego, sin camino y sin regreso.


Siento la cuerda en los pies

y entonces lo recuerdo:

escucha bien, escucha adentro.


Adentro, siempre yo,

siempre adentro.

Rompiendo

Hay un enredo existiendo

entre las costillas y el sueño.


Los hilos ya no están sueltos,

ahora son nudos que se van recorriendo,

uno encima del otro.

El corazón al centro.


Descubrir en la oscuridad del yo

que la luz no atraviesa al cuerpo,

sino que surge, para sanarlo, desde adentro.


Infinita la sombra, infinito el silencio.


Recordar de pronto Venecia y transportarse al sueño,

no a cualquier sueño, sino al Sueño.


Caminar descalzo entre las piedras negras

hasta encontrar un muelle al centro.

En la playa, un mar lila rompiendo,

siempre rompiendo.


Llorar y seguir tejiendo,

sin deshacer los nudos,

aceptar la madeja,

dejarla adentro;

en la esquina derecha

para equilibrar el peso.


Estar y seguir viviendo.


Soñar y seguir escribiendo.


Andar sobre el muelle de madera

y encontrarse en la orilla

con el propio reflejo,

en un mar lila que está rompiendo,

siempre rompiendo.

Gota a gota…

Regresaste en un latido

y contigo volvió el sonido. 


Había olvidado la gota

que constante ha caído

entre tu ausencia y el olvido.


Desde ayer

es el único espacio que habito, 

rodeado de ecos negros, 

silentes e infinitos.


Hipnotizado por la caída, 

miro el agua romper en el piso. 


Con la siguiente gota, te olvido. 

En la siguiente, juro que me levanto y sigo. 

A la próxima, cruzo la grieta

y encuentro el camino. 


Cuánto tiempo más

seguirás conmigo.

Cuántas veces más

me mentiré a mí mismo. 


En la gota que viene, juro que me despido.

Con la siguiente, ahora sí, te olvido.

Será en la próxima.

No, en la que sigue.


Y así sigo,

gota a gota,

sigo y sigo…